Se dice que la prostitución es el oficio mas antiguo del mundo. Lo pude corroborar cuando hace tiempo leí que sus orígenes se podían remontar a la prehistoria, según la observación de pinturas rupestres. También leí que había, entre otros tipos, la prostitución sagrada, ejercida en Babilonia y que consistía en que todas las mujeres, al menos una vez en su vida, debían acudir al templo y practicar sexo con un forastero a cambio de dinero como muestra de su hospitalidad.
La forma ha evolucionado bastante desde sus orígenes, puede incluso parecer que al principio era entendida como un acto de generosidad (por supuesto tengo mis dudas, tendría que haber hablado con esas mujeres para saber si era un acto voluntario o forzado). Hoy día se ha convertido casi en un trabajo más, gracias a una mayor abertura de mente y también a las nuevas tecnologías que facilitan la intimidad en este tipo de relaciones. Para muchos un trabajo indigno, para mí un trabajo necesario en nuestra sociedad actual.
Quiero dejar claro que yo defiendo la prostitución. La prostitución sin proxenetismo. Entendida como un trabajo autónomo de la mujer, que decide ejercer su derecho de libertad. Sirva ese dinero para cubrir sus necesidades básicas, para alimentar su alma a través de un crecimiento personal o sea para una cirugía estética. Me es indiferente su uso y no juzgaré en que emplea sus beneficios, no es relevante.
Al hilo de las ganas de escribir algo sobre el tema, el otro día vi un reportaje sobre diversas mujeres prostitutas. Todas las que salieron en el reportaje trabajaban de forma autónoma, desde sus propias casas. Ellas mismas ponían los anuncios en páginas de contacto y tenían sus propias webs con las fotos, servicios, tarifas y teléfono.
Para los que sean más reacios al tema, diré que eran mujeres perfectamente normales. Mujeres libres que trabajan con su cuerpo.
Hubieron muchas cosas que me llamaron la atención pero la que más me sorprendió fue la soledad de sus clientes. Contaban que muchos de ellos venían solo para recibir cariño y ni siquiera tenían relaciones sexuales.
“Muchos vienen por cariño y quieren olvidar que lo están pagando”
Hablaban de ellos con ese amor con el que hablamos las mujeres cuando vemos llorar a un hombre.
Y cuando le preguntan a una qué es lo peor de eso, responde:
“Verles drogarse y verles pasar 24 horas con una chica, por mucho dinero y solo hablar con ella”
En su casa entenderán a ese hombre de la misma forma que ella lo hace? Probablemente no, por eso acude a ella.
Entonces me hizo pensar. Si muchos de los clientes pagan solo por la compañía, cuánta soledad hay? Que importante, visto desde esta óptica, el papel de estas mujeres.
Y ellas? Se sienten solas también?
Una de ellas afirma en su testimonio: “Nadie me conoce realmente”. Quién hace compañía a quién?
Está claro que tiene que ser duro llevar una vida de este tipo, pero cuánto de valioso tiene también su labor. A cuántas almas les ponen un parche para que no sangren?
Hay grandes mujeres en todas partes y hoy he querido hacerles mi pequeño homenaje.
La soledad hoy en día ya es comparable a la normalidad de pagar la hipoteca e ir a la compra. Y la culpa la tenemos todos y cada uno de nosotros. Es triste ver que hay gente que necesita pagar por que alguien charle un rato con él.
ResponderEliminarEs cierto, es muy triste pero es así. Hasta que no cambiemos nuestra manera de pensar, y sobretodo nuestra manera de entender el amor seguiremos vendiendo e intercambiando soledad.Lo bonito es que yo creo que es posible hacerlo y que estamos en ello...
ResponderEliminarGracias Laura por tu comentario. Un saludo!